Lo habitual es el ruido, sobre todo en esta urbe que alberga
a los oriundos y a los que llegaron. La sensación de ser el hombre de la
multitud es frecuente: pertenecer y no pertenecer, o no saber exactamente
adónde se pertenece; pero la peor sensación de desarraigo es la propia, es
decir, no sentir las raíces que nos anclan a uno mismo. Quizás estas
sensaciones y pensamientos resulten raros para muchos, quizás haya unos cuantos
que admitan haberse sentido así en algún momento. No obstante, trastabillar es
algo natural, pues la sensación permanente de seguridad evitaría el avance.
Cada día entre
las sábanas dejamos minúsculos pedazos de piel, alimentamos ácaros como después
alimentaremos gusanos; las células se regeneran y esa pérdida diaria pasa
desapercibida. Muerte y vida, muerte en vida, al igual que ruido y silencio son
palabras antónimas que más bien funcionan como oxímoron: el silencio también
comunica. No se trata de no encontrar las palabras precisas para decir, de
incapacidad de hablar, sino de otra forma de tender el puente hacia el otro:
estar callado. Sin embargo, la quietud asusta, detona el estado de alerta,
descoloca a quien está acostumbrado al mundanal ruido. El silencio construye o
destruye, es un fuerte o una almohada.
Hablar o
callar son acciones de vital importancia para Espíritu, el resiliente
protagonista de En la oscuridad de su vientre, primera novela de Claudia
Fulgencio, en la que con pericia escoge las palabras para contar la historia de
un hombre de mediana edad que se enfrenta a dos circunstancias: verbalizar un
secreto para poder liberarse y cruzar el margen en el que se mantiene. La
primera es el hilo conductor de la novela, el lector acompaña a Espíritu en su viaje
al interior de sí mismo cuya última parada es dolorosa pues, como a miles de personas,
la infancia le fue arrebatada de la forma más cruel posible: el abuso. Este es
un acto de suprema violencia ya que la víctima tiene que vivir con eso. El tema
de la novela es desgarrador, sin embargo, la novelista es cuidadosa y amable
tanto con el personaje como con el lector, de este modo, el silencio de
Espíritu se transforma en su forma de comunicación… y entonces pensé en todo lo
que deliberadamente decidí callar, pensé también en el gran poder de la
palabra, en cómo la elección de contar o no nuestras experiencias a los otros
nos fortalece o nos vulnera. Espíritu recorre el viaje del héroe; cada uno de nosotros
hace su propio viaje del héroe mientras vive. La segunda circunstancia, salir
del margen o no, también es una decisión difícil y requiere de valor y
fidelidad a las propias convicciones, no se trata de quedarse en la zona de
confort, sino de estar en sintonía con lo que se quiere y lo que se tiene; ser
feliz con poco es un don, es tener la capacidad de apreciar el gran valor de
todas las cosas, cualidad cada vez más escasa.
En esta
novela cada palabra tiene su peso exacto, es decir, hay que pensar en el
significado denotativo pero también en el connotativo; vientre no sólo se
refiere al viaje interior del protagonista, sino también al seno materno, es un
volver al origen en sentido metafórico y literal a través de la reconciliación
con la madre. Esta relación, como bien advirtió Freud, es el origen de todo lo que
nos sucede en la vida y es la madre quien nos conoce mejor que nadie porque nos
gestó; escucha nuestros silencios. La conexión con otro ser humano capaz de permanecer
en silencio es tan asombrosa que nos engancha, estar juntos y dominar la
pulsión de llenar el vacío con palabras, que mal elegidas pueden estropear el
momento, es algo sin igual. En la oscuridad de su vientre es una
invitación a escuchar nuestro propio silencio.
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